Carl Jung dijo que todos los hombres tienen algo de femenino en el inconsciente y las mujeres algo de masculino. El creía que todo ser humano nace con el ánima y el ánimus dentro de sí mismo. La energía masculina (yang) y la energía femenina (yin) se encuentra tanto en el hombre como en la mujer. Sin importar nuestro sexo conviene que cada uno desarrolle tanto su parte masculina como femenina para sentirse en equilibrio.
La responsabilidad es la energía yang y la
creatividad es la energía yin. Una persona con facilidad para imaginar y visualizar sus metas, muy
propio de la energía yin, nunca obtendrá claros
resultados sin la
actitud y la voluntad adecuada.
Esto también se puede dar en el caso contrario, personas que
son muy trabajadoras y concretas en su
manera de actuar, muy propio de la energía yang, pero carecen de la porción de fantasía e imaginación así como de la flexibilidad necesaria para adaptarse a los cambios (energía yin). El equilibrio entre las dos fuerzas nos permite llevar al máximo nuestro potencial.
Por muchas razones la armonía y la colaboración entre ambas energías tanto a nivel individual como a nivel colectivo no se tiene en cuenta, dejándose de lado.
Por un lado, vivimos en una civilización masculina en la cual muchas mujeres a veces sin quererlo reprimen su esencia femenina manifestando tanto en su interior como en el exterior sólo su parte masculina. El mito de lo masculino que representa el poder y por tanto la agresividad está muy arraigado en la cultura y en la sociedad.
Aún hoy somos testigos de que sigue vigente la famosa "batalla de los sexos", lucha que mantienen ambas energías ya que se perciben como opuestas, pese a que fueron creadas para complementarse. En cada ser humano lo que cuenta no es su identidad sexual que lo identifica como hombre o mujer o la forma en que utiliza su energía sexual, lo que sí cuenta es el equilibrio y la relación que interiormente mantiene su parte femenina con su parte masculina y viceversa.
Por otro lado, aunque la ciencia y la religión son en muchos puntos de vista enemigos naturales, ambas están unidas en la resistencia al aspecto intuitivo característico de la energía femenina.
La ciencia se encuentra atascada en una estrecha clase de pensamiento racional y no permite que participe la energía femenina. El pensamiento científico masculino es analítico y lógico, pero no se abre lo suficiente a la imaginación y a las fuentes extrasensoriales o intuitivas de la observación. La aversión que muchos científicos tienen por lo "paranormal" y por todo aquello que no puede ser explicado por el pensamiento racional debe ser modificado, se deben desenterrar y abandonar las viejas creencias, tales como por ejemplo las de Pitágoras: "Hay un principio bueno, creador del orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y las mujeres".
Ni todos los chicos son tan malos ni todas las chicas son tan buenas, como dice un viejo refrán "hay de todo en la viña del señor", los seres humanos no somos perfectos hemos nacido para experimentar y aprender de los errores, y tenemos la capacidad suficiente para darnos cuenta de que hay creencias morales o religiosas que nos impiden disfrutar de nuestra sexualidad para ser felices.
La auto-aceptación es una forma de amor, cuando nos aceptamos por lo que somos, con nuestras propias luchas internas y con nuestros defectos atraemos circunstancias y personas que reflejan el amor que sentimos por nosotros mismos. Sólo cuando aprendamos a querernos y a perdonarnos estaremos en condiciones de dar y también de recibir amor.
Por un lado, vivimos en una civilización masculina en la cual muchas mujeres a veces sin quererlo reprimen su esencia femenina manifestando tanto en su interior como en el exterior sólo su parte masculina. El mito de lo masculino que representa el poder y por tanto la agresividad está muy arraigado en la cultura y en la sociedad.
Aún hoy somos testigos de que sigue vigente la famosa "batalla de los sexos", lucha que mantienen ambas energías ya que se perciben como opuestas, pese a que fueron creadas para complementarse. En cada ser humano lo que cuenta no es su identidad sexual que lo identifica como hombre o mujer o la forma en que utiliza su energía sexual, lo que sí cuenta es el equilibrio y la relación que interiormente mantiene su parte femenina con su parte masculina y viceversa.
Por otro lado, aunque la ciencia y la religión son en muchos puntos de vista enemigos naturales, ambas están unidas en la resistencia al aspecto intuitivo característico de la energía femenina.
La ciencia se encuentra atascada en una estrecha clase de pensamiento racional y no permite que participe la energía femenina. El pensamiento científico masculino es analítico y lógico, pero no se abre lo suficiente a la imaginación y a las fuentes extrasensoriales o intuitivas de la observación. La aversión que muchos científicos tienen por lo "paranormal" y por todo aquello que no puede ser explicado por el pensamiento racional debe ser modificado, se deben desenterrar y abandonar las viejas creencias, tales como por ejemplo las de Pitágoras: "Hay un principio bueno, creador del orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y las mujeres".
Ni todos los chicos son tan malos ni todas las chicas son tan buenas, como dice un viejo refrán "hay de todo en la viña del señor", los seres humanos no somos perfectos hemos nacido para experimentar y aprender de los errores, y tenemos la capacidad suficiente para darnos cuenta de que hay creencias morales o religiosas que nos impiden disfrutar de nuestra sexualidad para ser felices.
La auto-aceptación es una forma de amor, cuando nos aceptamos por lo que somos, con nuestras propias luchas internas y con nuestros defectos atraemos circunstancias y personas que reflejan el amor que sentimos por nosotros mismos. Sólo cuando aprendamos a querernos y a perdonarnos estaremos en condiciones de dar y también de recibir amor.
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