La teoría del Yin y del Yang hace referencia al comportamiento de dos fuerzas
opuestas que reinan en el mundo, y que
cuando entran en conflicto lo cambian todo. Son dos polos que forman parte de
un todo: uno se puede transformar en el otro y viceversa, de modo que no hay valores absolutos sino
relativos.
Funciona como la electricidad,
que se mueve entre dos polaridades, la negativa y la positiva, y para que fluya se necesitan ambos polos. Donde quiera que miremos encontraremos la
misma energía, moviéndose entre polaridades y equilibrándose a sí misma. La vida se mueve por
oposición, y no linealmente. Zigzaguea de lo negativo a lo positivo, y
viceversa; utiliza los opuestos para moverse. Por el contrario, la mente se
mueve linealmente, en una simple línea recta. Nunca se mueve hacia lo opuesto, es
más, niega lo opuesto.
En este universo todo lo que existe trabaja sobre un formato
dual, es decir, la energía de la creación está
siempre en movimiento y en contra-oposición.
Cuando necesitamos que el ambiente sea frío, en algún otro lugar se manifestará calor
para mantener el balance o equilibrio entre ambas fuerzas, y así se materializa todo aquello que
conocemos en nuestro planeta.
Desde el momento en que venimos a este mundo comienza
nuestra aventura para experimentar la dualidad: siempre hay un
lado que no aceptamos, no podemos
asimilar a una de las partes; preferiríamos vivir
sólo una parte de la vida, cuando
tiramos una moneda al aire siempre optamos
por una de
las dos caras. Si hay algo seguro cuando
nacemos, es que algún día tendremos que
morir ya que la vida y la muerte son inseparables. Con
una conciencia dualista tenemos
inclinación hacia un polo, más cuando
aceptemos esta dualidad conseguiremos un plano unificado de la conciencia y los
opuestos dejaran de existir. No será el bueno o el
malo, lo correcto o lo incorrecto, la enfermedad o
la salud; habrá lo bueno, lo correcto y la salud, sin ser
aquellos conceptos que tienen
en cuenta sólo a uno de los aspectos, sino que trascenderán a ambos porque serán
de una naturaleza diferente.
En el estado mental
unificado, no existe conflicto alguno debido a que el dualismo está combinado y
los opuestos no chocan entre sí.
Aplicando la
teoría de los opuestos, si
ocurre algo que nos molesta, que
no queremos, y tiene relación con el polo contrario, es decir con aquello que estamos intentando conseguir,
no le ofrezcamos resistencia. Al poco tiempo la energía de ese evento,
hecho o situación pasará, dando
paso a aquella que representa lo
que realmente estamos intentando alcanzar. Pero si nos
enfocamos en el opuesto le estamos dando poder, le prestamos
una atención que no necesita y entorpecemos el proceso de manifestación de lo que en verdad
queremos.
Otro ejemplo, tan pronto
comenzamos a pelear con alguien por
algo, absorbemos en forma parcial
la vibración de nuestro adversario, ya que de no ocurrir esto, no habría un terreno común desde el cual
comenzar la batalla y tampoco sería
preciso adoptar una
actitud de defensa o ataque hacia
el otro.
Con cualquier persona con
la que establezcamos un conflicto por el
poder estaremos continuamente en un tira y afloja hasta que ambas partes reconozcan que somos parte de un todo, es decir el yin y el yang manifestándose como
energías separadas en lugar de estar
integradas.
De nada nos servirá ignorar
esa carga de energía que nos posee después de haber tenido un
enfrentamiento o un mal día, sería una pena dejarla totalmente de lado ya que la misma puede
ser utilizada como energía creativa si la transformamos en positiva expresándola en el mundo material de la forma que más nos guste. Pero también podemos seguir el consejo de David Topí: "enviarla hacia el Universo o hacia la Tierra, o bien ordenarle que se distribuya por
todo nuestro cuerpo, imaginando que la potencia de esa emoción rompe los bloqueos existentes al pasar por
distintas zonas corporales, sintiendo asimismo que esa energía entra con fuerza en las células y
deshace todo tipo de “atascos”,
mientras se distribuye y se transmuta
en energía positiva".
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